Cada vez más las fuertes lluvias ponen en riesgo a gran parte de la
comunidad en el municipio de #ElBagre.
La acción de factores ambientales y antrópicos se suman para pasar factura a los municipios asentados en las laderas del río Nechí.
Se lee en los libros de texto y así lo comentan los que tuvieron la
oportunidad de conocer el valle del río Nechí, que en otrora era una exuberante
planicie con un tapete verde que cambiaba de tonalidades en los tiempos de
verano. Allí prosperaban los árboles como los ficus (), cativos (), palmas como
el tapafrio (). Abajo, al ras del suelo surgía el bijao blanco, que casi no
daba espacio para germinar a ninguna otra especie por muy sigilosa que fuera en
soportar la densa sombra y las largas inundaciones del río.
El suelo de la planicie aluvial del Nechí, era fértil como todos los
suelos irrigados por los ríos, ricos en limos. Son capaces de producir
cualquier cultivo que se siembra.
Desde los años 1940, la empresa Mineros Aluviales, así mismo la minería
informal y tradicional han venido explotando la llanura del Nechí, las dragas y
todo tipo de maquinaria pesada se han tragado literalmente alrededor de 216
humedales y meandros desde (Dos Bocas arriba de Zaragoza hasta el municipio de
Nechí, pasando por El Bagre).
Los humedales y los meandros son los encargados de disipar las inundaciones, pero en su lugar han quedado grandes arrume de piedra y grava que con las lluvias son devueltas nuevamente al cauce del río generando la sedimentación.
Los ficus, los Cativos y las palma Tapafrio, soportan las grandes
inundaciones pues construyen un entramado de raíces que protegen el suelo de la
erosión y la sedimentación de los humedales, son barreras naturales que
protegen los ecosistemas y garantizan hábitat a las especies ícticas que usan
las raíces para reproducirse.
El Valle aluvial del Nechí tiene entre 8 a 12 km de ancho, allí se mueve
a sus anchas, creando con el tiempo meandros y humedales, se retira y llena las
vegas de sedimento rico en limos, con el tiempo vuelve con todas sus fuerzas.
La pérdida de las
barrancas que son las encargadas de contener las aguas hace que el río se
expanda descontroladamente hacia las laderas arrasando con lo que encuentre a
su paso.
Por otro lado, el
cambio climático empeorará cada vez más dicen los expertos, por lo que el
desafío es grande para las poblaciones anfibias que habitan en las laderas de
los ríos y más cuando las actividades económicas como la minería carece de
razonamiento frente las con secuencias ambientales futuras para el territorio.
Por tanto, ahora que el río sobrepasa el muelle y también de se deja ver el cambio en la política nacional es el momento para que la responsabilidad social de quienes han destruido el río responda con efectividad pues cada vez más las comunidades empobrecidas carecen de los mínimos para subsistir.
Finalmente, el
río Nechí reclama su valle porque en su memoria hidrológica están esas rutas,
reclama la planicie para dar lugar nuevamente a los Ficus, a los Cativos, las
palmas y al Bijao blanco para que con ellos vuelvan las bandadas de aves migratorias
y los grandes mamíferos.
Qué pensará el
río cuando nos escucha lamentarnos.
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